[ABO] La Belleza del Loto Negro mata al villano loco
AUTOR: 兮月月著
La noche estaba tan silenciosa que hasta la respiración se escuchaba con claridad.
Un joven de belleza frágil caminaba solo por la calle desierta. Sus ojos color ámbar destilaban alerta, aunque se esforzaba en fingir calma. En esa mirada se adivinaba la vacilación, el miedo… como la de una cría indefensa, sin un ápice de amenaza.
El leve sonido de unos pasos a sus espaldas hizo que su rostro empalideciera de inmediato.
En la ciudad se rumoraba la presencia de un psicópata: un asesino en serie que solo elegía víctimas hermosas, muchachos de aspecto delicado como él.
Si no fuera porque no tenía otra opción, jamás habría salido de noche.
Los pasos de Ji Jiu se aceleraron de manera inconsciente.
En su mente resonó la voz ansiosa del sistema:
—¡Corre, huésped! ¡Ese pervertido está justo detrás de ti!
Los ojos de Ji Jiu se llenaron de lágrimas de puro terror, y echó a correr con todas sus fuerzas.
El perseguidor también aumentó la velocidad. La figura oscura lo seguía de cerca, como un demonio acechando.
Preso del pánico, Ji Jiu se equivocó de camino y acabó en un callejón sin salida. En sus ojos brilló un destello de desesperanza, frágil como un cristal a punto de romperse bajo la fría luz de la luna.
El asesino sonrió con una mueca grotesca antes de lanzarse sobre él.
En un instante, Ji Jiu quedó acorralado contra la pared, una mano dura apretándole el cuello.
Frente a la cara distorsionada del monstruo, sus ojos enrojecidos parecían a punto de desbordarse de lágrimas, implorando compasión con la belleza dolida de una flor bajo la lluvia.
El psicópata tragó saliva, conteniéndose de no descuartizarlo allí mismo. Con voz cargada de deseo enfermizo, lo tentó:
—Si te portas bien… no te mataré.
—P-por favor… déjame vivir… —rogó Ji Jiu, con un leve forcejeo, temeroso de provocar al demonio que lo tenía atrapado.
Su actitud temblorosa y frágil excitaba aún más al asesino, que bajó la guardia y se inclinó buscando sus labios.
En ese instante, el brillo frío que relampagueó en los ojos de Ji Jiu pasó desapercibido.
El sistema alcanzó a decir en su mente:
—¡No temas! Puedo usar mis permisos y dejarlo inconsciente. Los policías ya vienen en camino…
Pero antes de que terminara, la pequeña navaja oculta en la mano de Ji Jiu se hundió con precisión en el cuello de su agresor, cortando directo la arteria.
El grito desgarrador del asesino resonó en el callejón. La sangre manaba a borbotones de su herida, deformando aún más su rostro horrendo.
—¡Voy a matarte!
Pero antes de que pudiera alcanzarlo, Ji Jiu le propinó una patada que lo derribó al suelo.
Con la misma expresión inocente y frágil, murmuró en voz baja, tan suave como letal en la oscuridad:
—Si no me perdonas la vida… entonces yo tampoco tendré piedad de ti.
El sistema enmudeció.
—…¿Y esa fachada de belleza débil e indefensa?
En ese momento, los policías que aguardaban de incógnito irrumpieron. Al ver al psicópata sangrando y aullando en el suelo, se apresuraron a detenerlo.
Uno de los agentes se acercó a Ji Jiu. Al contemplar su serenidad, las palabras de consuelo se le atoraron en la garganta. En cambio, solo pudo darle una palmada en el hombro y decir:
—Compañero Ji, buen trabajo.
Ji Jiu esbozó una leve sonrisa.
—Servir al pueblo… es lo menos que puedo hacer.
El policía notó entonces las marcas enrojecidas en su cuello. Alarmado, dijo:
—Estás herido, será mejor que te llevemos al hospital cuanto antes.
Pero Ji Jiu, con total calma, preguntó:
—¿Y la recompensa de quinientos mil por colaborar en la captura? ¿Cuándo me la depositan?
Ambos hablaron al mismo tiempo. El agente se quedó helado, tragándose lo que iba a decir.
—…¿Ahora mismo estás pensando en dinero?
Había visto personas que arriesgaban su vida por dinero, pero jamás a alguien como Ji Jiu: un joven con un rostro que atraía a los enfermos más peligrosos… y aún así dispuesto a ponerlo en riesgo por una suma.
Los policías lo conocían bien. No porque fuera delincuente, sino porque al menos tres o cuatro veces al mes acababa en la comisaría… siempre perseguido por algún degenerado. Con el tiempo, se había vuelto casi un habitual entre ellos.
Y cuando el asesino serial apareció en la ciudad, un monstruo que había matado a siete jóvenes en un solo mes, la policía lo tuvo claro: si querían atraerlo, necesitaban un cebo irresistible.
El primero en la lista fue Ji Jiu.
Esperaban que dudara. Pero apenas escuchó que había medio millón de recompensa, aceptó encantado.
Dinero antes que miedo. Belleza antes que piedad.
El agente lo miró con sentimientos encontrados.
—El pago suele tardar un mes.
—Perfecto —respondió Ji Jiu con alegría, sus ojos brillando de satisfacción.
Mientras el asesino era trasladado de urgencia y él mismo era llevado a revisión, la voz nerviosa del sistema volvió a resonar en su mente:
—¡Malas noticias, huésped! ¡Alguien va a morir!
Ji Jiu arqueó una ceja.
—¿El asesino? ¿Se va a morir? No lo ataqué tan fuerte… ese tipo era débil.
—¡No, no es él! —se atragantó el sistema—. ¡Es Lu Yan! ¡Está a punto de matar a alguien! ¡Tienes que detenerlo ya!
—¿Qué…?! —El rostro encantador de Ji Jiu se ensombreció de golpe, la alegría del dinero esfumándose en un segundo.
Chasqueó la lengua, fastidiado:
—Lu Yan, como no me dejes conquistarte… ¡te juro que te mato yo mismo!
El sistema solo guardó silencio.
Sin perder más tiempo, Ji Jiu salió corriendo del hospital.
—¡Está en el Club Xingye! —anunció la voz en su mente.
El Club Xingye: un paraíso del lujo, la cueva de los poderosos y los vicios.
Ji Jiu apretó los labios.
—…
“¡Chico! Juegas demasiado… y esta vez no te vas a escapar”, pensó con furia mientras detenía un taxi.
Nunca imaginó que un día acabaría agotándose tanto… solo por perseguir a un hombre.
El paisaje nocturno corría veloz tras el cristal de la ventanilla, y Ji Jiu, con los ojos entrecerrados, cayó sin querer en sus recuerdos.
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